HISTORIA

 

El nacimiento de Fe y Alegría

 

Fe y Alegría siempre quiso ser una obra de iglesia que agrupara las generosidades de muchos en torno a su proyecto educativo: la comunidad colaboraría con su trabajo, levantando paredes, limpiando terrenos, pintando..., los más privilegiados aportarían sus recursos económicos, sus influencias, sus ideas, otros darían sus talentos, su trabajo. Y Fe y Alegría liderizaría el clamor popular de Justicia Educativa en defensa de los derechos a la educación de los más pobres. El Ministerio de Educación no es el amo, sino un simple administrador de los recursos de todos. Fe y Alegría tendría que crecer fuerte para hacer oír su voz como “un fuerte rugido de leones”.

 

 

Vélaz, el Educador

 

Fe y Alegría se define como un movimiento de Educación Popular Integral. En estas dos palabras, ‘Popular e Integral’, tan preñadas de sentido, se compendia la esencia de su propuesta educativa. Frases como “Fe y Alegría comienza donde termina el asfalto, donde no gotea el agua potable, donde la ciudad pierde su nombre”, reflejarán su inquebrantable decisión de insertarse con los más desposeídos: “Nos hemos atrevido a levantar una bandera -escribirá Vélaz- cuando tantos arrían y desdeñan las banderas. Nuestra bandera ha sido la Educación Integral de los más Pobres, es decir, de los más menospreciados e ignorantes, y como estos son muchos millones, nos hemos atrevido a la Educación de Millones. O lo que es lo mismo: a la liberación de millones” (Fe y Alegría. Características Principales e instrumentos de acción). 

 

La educación de Fe y Alegría no puede ser “una pobre educación para los pobres”, sino que tiene que ser una educación de calidad, “la mejor educación para los más pobres”, una educación integral que forme a la persona en su totalidad.

 

Si la educación es para el Padre José María un instrumento de liberación y de humanización, si por medio de ella contribuimos a continuar el plan salvífico de Dios que quiere el desarrollo pleno de cada hombre, no bastará educar a todos los hombres, sino que habrá que educar a TODO el hombre. Tendremos que rescatar a la educación de su academicismo vacío y estéril en que está atrapada, para hacer de ella un medio de crecimiento personal y social. Educar a todo el hombre supone tomar en cuenta al alumno en su totalidad de persona y como miembro de una determinada comunidad, y no como mera cabeza o como un receptáculo a llenar con conocimientos muertos. Habrá que atender su estómago si tiene hambre, su salud resquebrajada, su corazón herido por el desamor. Habrá que hacer de él una persona fuerte, generosa, de manos trabajadoras y pies solidarios, con una sexualidad y una afectividad maduras y responsables, con unos ojos críticos y autocríticos, capaces de descubrir y apreciar lo bello, de admirar la Naturaleza como espejo de Dios, con un olfato especial para percibir lo que sucede y las causas porque sucede, con unos oídos atentos a los clamores de su gente, y con una palabra que sea expresión de vida, voz valiente de los que no tienen voz.

 

Vélaz, el pionero

 

Hombre incansable, de frontera, el Padre José María nunca se contentaba con los logros alcanzados. Siempre aspiraba más. No podíamos aburguesarnos en Fe y Alegría cuando cada vez era mayor la magnitud del desamparo. Convencido de que Fe y Alegría corría el peligro de rutinizarse en una serie de escuelas urbanas tradicionales, dedicó los últimos años de su vida a impulsar una educación que asumiera cada vez con mayor seriedad el mundo del trabajo y que preparara a los alumnos para ejercer dignamente un oficio.

 

Emprendió con toda su energía la superación de esas escuelas tradicionales, desligadas de la vida, donde los alumnos aprenden cosas inútiles, que no les sirven para nada y que, por ello, las abandonan antes de tiempo o las soportan en una especie de ritual que los deja vacíos y derrotados: “Si queremos que la Educación no cree Entes o entelequias separadas de la vida popular, tenemos que llegar con nuestra enseñanza a aquellas actividades que le permitirán al Pueblo una vida digna, una alimentación completa, una habitación de seres humanos, y un nivel cultural y espiritual cónsono con los planes de la modernidad y de la cristiandad” (Cartas del Masparro, pág. 20).

 

Para impulsar este tipo de educación en el trabajo productivo se fue Vélaz primero a fundar a San Javier del valle, en Mérida, y cuando consideró que estaba ya bien afincado este Instituto, con un ciclo diversificado profesional del que egresan los alumnos como Técnicos Medios en 13 especialidades, se metió llano adentro en busca de su viejo sueño de montar una red de escuelas agropecuarias y forestales para los campesinos desamparados.

 

Fundando en San Ignacio del Masparro le sorprendió la muerte. Como siempre, su mente ardía con múltiples y ambiciosos proyectos. Estaba intentando introducir a Fe y Alegría al África, acababa de venir de la Gran Sabana donde quería iniciar una red de escuelas para atender a “los más pobres entre los pobres”, los indígenas.